sábado, 14 de junio de 2008

Carlos Castilla del Pino: "La locura es empobrecedora siempre"


En mayo de 2009 moría , además de Antonio Vega, murió Carlos Castilla del Pino, gran psiquiatra español a quien tuve la fortuna de entrevistar en 2002, en Santander.
En su momento la entrevista salió publicada en el diario ABC (en esta entrada tienen insertada la página original, tal cual fue publicada). Sin embargo, por sus ideas políticas (llegó a ser apodado el psiquiatra rojo), El País ha dado más cobertura a su trayectoria.

Mi homenaje a Castilla del Pino es la publicación de la entrevista completa. Que la disfruten.

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Con su experiencia en el estudio del delirio, ¿cree que el mismo está influyendo de una manera decisiva y, quizás, perniciosa en la sociedad actual?

No. Una patología es un problema totalmente distinto a un fenómeno sociológico. Los fenómenos sociológicos algunas veces pueden ser tildados de "delirantes", pero eso no es más que un uso metafórico del término. El término "delirio", en sentido técnico, afecta a un tipo de trastorno mental que es sumamente interesante porque plantea el problema de cómo el sujeto que se encuentra absolutamente impotente frente a la posibilidad de creación de su identidad en una determinada sociedad prefiere el refugio de la fantasía, luego a la fantasía la hace realidad en forma de proyección. Eso es lo que constituye el delirio.

¿Las realidades virtuales pueden ser nocivas en ese sentido?

No, porque mire usted los niños, que son los que fundamentalmente se dedican al juego (no al juego virtual, sino a los juegos, son los que juegan ), juegan muy seriamente. Como decía Freud, el juego es vivido por los niños con una absoluta seriedad. Porque realmente el niño todavía no es capaz de distinguir en un determinado momento entre realidad y fantasía. Lo viven como una realidad, aunque sea un producto de su fantasía. Entonces, para el niño, el jugar, el objeto con el cual juega, es relativamente indiferente. Lo mismo le da un juguete caro que un juguete barato o un taco de madera. Cuando el niño tiene que jugar, lo que hace es proyectar su fantasía, y entonces al taco de madera lo convierte en un avión o en un cohete o en lo que quiera que sea. En realidad, los videojuegos son como el cine: fábricas de sueños. Pero muchas veces no se corresponden con esos sueños que nosotros desearíamos tener.

¿Cree usted que son más peligrosos en el caso de los adultos?

Sí, porque crea un tipo de adicción en forma de mundo autista, mundo desreístico (fuera de la realidad). Entonces, en la medida en que tiene una objetividad, y por lo tanto el simulacro de realidad es mucho mayor, el sujeto se puede encontrar inmerso en un mundo fantástico en el cual se encuentre sumamente a gusto y del cual no sale porque se encuentra mucho más cómodo que en la realidad. La realidad es siempre incómoda. Hay que saber operar en ella, y no siempre es fácil, ni siempre se está capacitado para ello. Entonces, el desentrenamiento del sujeto ante la realidad es un riesgo que tiene muy acentuado aquella persona que se dedica al mundo de los videojuegos. Como al mundo de la escritura o al mundo de la poesía o al mundo de la música. Hay gente inmersa en esos mundos, que naturalmente cuando salen de ellos para vivir en la realidad están desentrenados y pueden tener graves problemas. Lo vemos en la práctica cotidiana, no solamente clínica, cómo hay sujetos -como músicos, poetas, novelistas- que están tan inmersos en su mundo que pierden la capacidad para operar en la relidad.

¿Cree que la tendencia a consumir drogas en España puede ayudar a que sea una sociedad delirante, o ser funcional a este problema?

No. Muchas veces la droga cumple tan sólo un cometido de vehículo de comunicación. Cada grupo social tiene unos rituales que hay que cumplir si se quiere estar dentro de ese grupo. Si usted va a una boda y le preguntan qué quiere beber, no querría nunca una jarra de leche. A usted, aunque no le guste el whisky, el vino, la cerveza o la manzanilla, pues tiene que beber algún tipo de esas bebidas. Esos son rituales sociales mediante los cuales uno cumple, por decir así, la regla básica mediante la cual se incorpora a la sociedad. En el momento en el que usted dijera, en una situación así "No, yo un vaso de leche", la gente se quedaría perpleja ante usted. Dirían "¿Qué hace este hombre? No es el momento". Si no le gusta nada, que no tome nada, pero que no tome leche. Lo mismo pasa con las drogas con los jóvenes, aunque tienen su trampa. Que también la tiene el alcohol: lo que empieza siendo a lo mejor un ritual meramente social se transforma luego en una adicción. Y con las drogas pasa igual. Por ejemplo, con el consumo de éxtasis: "Tienes que tomar éxtasis como tomamos todos los demás", "Hay que ponerse a punta", y todo ese etcétera. Lo mismo pasa con el porro. Hay mucha gente que es fumadora de porro de fines de semana. El porro ahí cumple un rito meramente iniciático.

¿En el caso de los adultos el delirio podría ser un adicción que ayude a escapar de la realidad para no enfrentarse a ella?

El delirio es siempre un escape de la relidad. El delirante prefiere vivir en su delirio, donde encuentra una satisfacción a sus deseos. Esa satisfacción es a veces indirecta. Muchos delirantes de persecución ¿cómo pueden satisfacer sus deseos si se sienten perseguidos? Bueno, porque ser perseguido es señal de que se es muy importante. Ser perseguido por la CIA, el FBI, los servicios de información rusos, es algo muy importante.

¿Estos síntomas de delirios se limitan a los afectados por patologías severas, o pueden afectarnos a todos de alguna manera?

Todos somos susceptibles de caer en el delirio. Basta con que, por ejemplo, no se cumpla la condición fundamental de estar despiertos, estar vigilantes. En el momento en que nosotros nos adormecemos, en el duermevela, ya el sueño es una forma de delirio. Cuando una persona está entrando en el sueño, sea el fisiológico o mediante cualquier tipo de droga, necesariamente delira. Pero hay otro tipo de delirio que es el más interesante, el más curioso, que es cuando el sujeto está despierto, en unas condiciones neurofisiológicas perfectamente normales, y sin embargo delira. Transforma la realidad y la realidad de sí mismo, porque no cabe la posibilidad de que yo me imagine que me persiguen sin que al mismo tiempo yo no me considere que soy sujeto de esa persecución en virtud de algo. En virtud de que soy una persona importante, o que posee secretos de Estado, etcétera, etcétera. De manera que la alteración de la realidad no sólo lo es de la realidad exterior sino de la conciencia de uno mismo.

¿Cuál es la función del delirio en el individuo?

Es una función ortopédica. De la misma manera en que hay personas insuficientes del aparato de locomoción que necesitan un bastón, hay otras personas que necesitan del delirio para ser. Por eso muchas veces cuando curamos el delirio, o hacemos que el sujeto deje de delirar mediante fármacos específicos para ello, el sujeto se deprime. Ha perdido la identidad que tenía cuando era delirante.

¿Puede ser que el delirio tenga una función en la sociedad?

La sociedad no delira, la sociedad no es un ente.

¿Pero los delirios individuales no pueden tener una función en la sociedad?

No, está la locura inducida, la foliex a deux que describieron los psiquiatras franceses del siglo XIX, en la que alguien - que es un delirante - consigue que otra persona crea que su delirio es verdad. Por ejemplo, si yo deliro que soy Jesucristo y que soy el salvador del mundo, puedo conseguir que determinada personas crean que yo, efectivamente, soy Jesucristo. Pero ellos no son psicóticos, yo sí. Yo soy el psicótico.

¿En el caso de las sectas se da ese fenómeno?

A veces sí, a veces no. Ese es un problema completamente distinto. No necesariamente tiene que ser un delirante el fundador de la secta. Lutero no es un delirante, ni Calvino.

¿Puede ser inocuo el delirio o siempre es lesivo?

Es lesivo para el sujeto, porque al mismo tiempo que está delirando, está en la realidad. Y si no está entrenado para la realidad y no acepta la realidad, la realidad le puede. El sujeto delirante es un sujeto que no puede estar con los demás. Es un sujeto al cual los demás marginamos, porque entre usted y yo hay un consenso, una reglas de juego, y el delirante no las sigue, tiene las suyas propias. De manera que el delirante para sí mismo es lesivo, por eso tratamos de curarle, de que el delirio cese. Y respecto a la sociedad, el delirante puede ser a veces agresivo para la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en la cantidad de personas que padecen delirios de infidelidad -esos que se llaman impropiamente delirios de celos- que muchas veces cometen homicidios, asesinatos, en virtud de estas supuestas infidelidades con las cuales deliran.

¿Cree usted que el delirio ha aportado cosas positivas en el terreno del arte?

No. La locura es empobrecedora siempre. La obra de arte es un proceso muy complicado que exige una lucidez extraordinaria. Todos los grandes creadores han reconocido el enorme trabajo que significa la creación. Por otra parte, una obra de arte es una obra que se está haciendo a lo largo del tiempo, que necesita corrección, y solamente quien está absolutamente lúcido a este respecto es el que puede llevarla a cabo.